No hay que esperar a que crezcan: cómo hablarles a los hijos adolescentes sobre la pornografía

06 septiembre 19

La primera generación nativa digital

No hay que esperar a que crezcan: cómo hablarles a los hijos adolescentes sobre la pornografía

Por primera vez en la historia contemporánea una generación crece como nativa digital, y con ese acceso recibe también se convierte también en la primera que ha crecido con pornografía en línea disponible en cualquier lugar, en cualquier momento y a un click de distancia. Tanith Carey, periodista especializada en familias, se preguntó qué impacto podría tener eso en los adolescentes, y cómo pueden enfrentar la cuestión los padres.

Para hacerlo habló con varios chicos y jóvenes sobre el tema y presentó algunas estrategias para que las familias no dejen que —como comparó— sus hijos comprendan qué es la pornografía del mismo modo que podrían usar una carretera sin haber dado un examen de manejo: «Puede que se abran camino, pero antes de que puedan tomar el control podrían hacerse daño y hacérselo a terceros».

En su trabajo publicado en The Guardian, la autora de What’s My Child Thinking? citó la historia de Jed —un seudónimo, como todos los nombres que aparecen en la nota—, que escuchó en la escuela que había sitios donde podía mirar mujeres desnudas.

Tenía 11 años. Cuando llegó a su casa aprovechó que su madre estaba ocupada para escribir en la laptop de la familia «tetas, sexo» en un buscador. «Mi primera reacción fue: ‘Esto es confuso’. Yo sabía un poquito sobre sexo, pero ahí había hombres haciéndoles cosas dolorosas a las mujeres», recordó.

Aunque borró todo registro para que sus padres no se dieran cuenta, no podía dejar de pensar en lo que había visto. Horas más tarde volvió a mirar. Años más tarde —cuando habló con Carey, cuando cursaba primera año de ingeniería— recordó que creció con el porno y que todavía lo consumía entre cinco y seis horas por semana.

La autora citó un estudio que la Universidad de Middlesex realizó en 2016: entre los menores de 11 a 16 años, el 56% de los varones y el 40% de las mujeres había visto pornografía. Los varones no sólo tendían más a volver una vez que lo habían hecho (59% contra el 25% de las muchachas) sino que tendían más a tener una perspectiva positiva al respecto.

El trabajo de Carey se centró en la pornografía heterosexual, pero si bien hay muchas diferencias —por ejemplo, para los adolescentes LGBTQ es una fuente compensatoria de la falta de recursos de educación sexual en comparación con los heteros— el género en su extensión tiene algo en común: presentan como reales actos sexuales que son ficción. No se trata de un alegato contra la pornografía, sino de un análisis de los problemas que presenta su consumo en personas que están creciendo, que no son adultos.

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