Un ataque con arma nuclear: ¿qué ocurre después? Esto es lo que podría hacer una sola detonación

04 marzo 24
Un ataque con arma nuclear: ¿qué ocurre después? Esto es lo que podría hacer una sola detonación

Por: Infobae

The New York Times, a través de su sección “At the Brink”, nos sacude de nuestro letargo con un relato ficticio escalofriante. Basado en investigaciones exhaustivas, cientos de horas de entrevistas con expertos y testimonios de sobrevivientes, nos sumerge en la cruda realidad de un ataque nuclear.

Cómo viviríamos una detonación nuclear: relato escalofriante


En un abrir y cerrar de ojos, el mundo cambió para siempre. Un camión verde oliva se detuvo en una carretera remota, rodeado de campos que se extendían a ambos lados. De repente, el remolque del camión comenzó a inclinarse hacia arriba, revelando un misil de corto alcance con una ojiva nuclear encajada perfectamente en su cono. Los motores cohete debajo del misil cobraron vida, rugiendo con furia. Una columna de fuego y gas impulsó el misil hacia el cielo. En cuestión de minutos, alcanzó una velocidad vertiginosa de 8 mil kilómetros por hora.

Lo que vino después fue una pesadilla apocalíptica. En un milisegundo, el núcleo de plutonio del arma y su contenido circundante se convirtieron en gas ionizado y ondas electromagnéticas. La explosión liberó un destello cegador que envolvió el cielo por kilómetros, cegando brevemente a todos los que estaban a su alcance. Luego llegó el estruendo ensordecedor de 9000 toneladas de TNT que sacudió la ciudad. Casi instantáneamente, una bola de fuego masiva se alzó, con temperaturas en su interior que alcanzaron millones de grados. En el suelo, la bola de fuego era más caliente que la superficie del sol.

Todo lo inflamable se incendió: madera, plástico, gas. El metal se fundió y el hormigón se chamuscó. Pájaros y animales pequeños estallaron en llamas. Las tuberías de gas y electricidad rotas alimentaron los incendios en crecimiento. El infierno se extendió por kilómetros más allá de la explosión inicial, consumiendo suficiente oxígeno para asfixiar a cualquiera que se refugiara en vehículos o casas.

Luego llegó la onda expansiva, una fuerza retumbante que atravesó la ciudad en todas direcciones, continua la narración del audio ficticio del NYT. Edificios, árboles y seres vivos fueron despedazados y lanzados unos contra otros. Cerca del epicentro de la explosión, los edificios se tambalearon, se hundieron y se desmoronaron. Vidrios y escombros hirvientes salieron disparados como metralla contra todo lo que encontraron a su paso. Las hojas secas crujieron como palomitas de maíz y desaparecieron en el calor abrasador. A una milla del epicentro, ladrillos y vigas cayeron en montones, aplastando a las personas debajo. Los árboles se desarraigaron y cayeron al suelo. Coches y camiones parecían haber sido pisoteados por gigantes.

Todo fue succionado en el tallo hirviente de una nube en forma de hongo que se elevó kilómetros sobre la ciudad. Esa nube parecía un ser vivo, cambiando de color de blanco a amarillo, a rojo y a negro. Se extendió kilómetros en el cielo hasta que eclipsó el sol. Luego, la oscuridad cayó. Un silencio resonante se apoderó de todo.

Respirar se volvió difícil, el aire estaba cargado de humo y escombros. Lo que aún vivía escupía bocanadas de polvo y fragmentos de cristal, sólo para aspirar más. Los gritos comenzaron, pidiendo ayuda, pidiendo la muerte. Pero no había ayuda en camino. Los trabajadores médicos en el área inmediata estaban muertos o heridos.

El saldo de esta única ojiva: miles de muertos y exponencialmente más heridos. Y esto fue solo un misil. Pasarían días antes de que los trabajadores de rescate externos pudieran aventurarse con seguridad en las áreas afectadas.

Los escombros y la destrucción hicieron intransitables las carreteras, los túneles y los sistemas ferroviarios. Las torres celulares y los postes de electricidad fueron derribados y desconectados. Hubo apagones generalizados. Las subestaciones eléctricas fueron dañadas o destruidas, narra The New York Times.

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