Tomado de Infobae
Rocket Lab, una empresa de lanzamientos espaciales fundada en Silicon Valley, lanzó este jueves el vuelo inaugural de su cohete impulsado con baterías desde Nueva Zelanda.
«Llegó al espacio. El equipo está encantado», informó Rocket Lab a través de su cuenta de Twitter.
El exitoso lanzamiento del cohete de bajo costo marca un importante paso para vencer las barreras logísticas y financieras en la industria espacial, haciendo de Nueva Zelanda un improvisado centro espacial.
La empresa de cohetes con base en Los Ángeles y Nueva Zelanda ha promocionado su servicio como una forma para que las compañías puedan hacer que los satélites entren en órbita regularmente.
«Nuestro enfoque ha sido desarrollar un vehículo para lanzamientos que puedan ser manufacturados en grandes volúmenes. Nuestra meta a largo plazo es volver la experiencia espacial más accesible ofreciendo un número de lanzamientos sin precedentes», explicó a través de un comunicado Peter Beck, fundador y jefe ejecutivo de Rocket Lab.
La firma se estuvo preparando durante los últimos cuatro años para el lanzamiento y apenas la semana pasada recibió la aprobación de la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos, la cual estuvo a cargo de monitorear el evento. Las malas condiciones climáticas cancelaron tres intentos de lanzamiento, pero finalmente se hizo.
Nueva Zelanda ha creado nuevas leyes en materia aeroespacial, así como una agencia espacial ante la posibilidad de convertirse en una estación de lanzamientos de bajo costo.
Los aviones y otras aeronaves tienen que ser redireccionados cada vez que hay un lanzamiento espacial programado, lo que vuelve difícil que se realicen estas operaciones debido a lo transitado que es es espacio aéreo de Estados Unidos.
Sin embargo, el caso de Nueva Zelanda es distinto, ya que tiene una población de apenas cuatro millones de personas y el único territorio hacia el sur es la Antártida. Además, la buena posición geográfica la vuelve ideal para lanzar satélites al espacio.
A pesar de las buenas noticias para la empresa Rocket Lab, muchos lugareños en la predominante comunidad maorí, una etnia local, parecen no estar felices con la idea de que les sea negado el acceso a áreas públicas cuando se realizan los lanzamientos.
«Vine aquí a Mahia para ir a la playa, pero ahora están cerradas en algunas partes… se han llevado nuestro estilo de vida», declaró Pua Taumata, granjera en Mahia, una península de Nueva Zelanda.
Aunque Taumata también reconoció las oportunidades que esto podría representar. «Estoy a favor de la tecnología… muchas cosas pueden salir de ella a favor de la educación.
Eso le da a nuestros niños algo diferente para sus carreras futuras. Antes no mucha gente pensaba en la industria aeroespacial como fuente de empleo», expresó Taumata.
Rocket Lab es una de las cerca de 30 compañías y agencias en todo el mundo desarrolladoras de lanzadores de satélites de menor tamaño. A través de un comunicado, la empresa dijo que hasta ahora ha recibido 148 millones de dólares en financiamiento y se valora en más de 1.000 millones de dólares.
Entre los cliente de la empresa están la NASA, la firma de imágenes Planet, además de las startups Spire y Moon Express. Por ahora, planea realizar otras dos pruebas antes de comenzar con operaciones comerciales, las cuales podrían iniciar a finales de este año.