Cómo es el plan de Alemania para recuperar la economía tras el coronavirus y cuál será el rol del Estado

28 junio 20
Cómo es el plan de Alemania para recuperar la economía tras el coronavirus y cuál será el rol del Estado

Por Infobae

“Está claro que todo esto requiere una respuesta audaz”, dijo la canciller Angela Merkel el 3 de junio, cuando presentó el plan de estímulo con el que apuesta a rescatar una economía aplastada por la pandemia y las medidas de aislamiento. Al anunciar una inyección estimada en 145.000 millones de dólares, que representan un 4% del PIB, se convirtió en la primera potencia europea en lanzar un programa que apunta a la recuperación post Covid-19.

A fines de marzo, cuando los contagios y las muertes estaban en ascenso, Alemania también fue pionera en la puesta en marcha de un paquete de emergencia para luchar contra el coronavirus. Su valor total ascendía a 800.000 millones de dólares, y abarcaba desde el reforzamiento de los hospitales y de la política sanitaria, hasta subsidios para ayudar a las empresas a pagar salarios. Sin dudas, fue importante para que el país terminara junio con 9.000 muertes, mucho menos que cualquiera de los otros grandes de Europa.

Ya se cumplieron dos meses del comienzo de la flexibilización de las restricciones sociales impuestas para contener al virus. Si bien se produjeron rebrotes focalizados, el promedio semanal de nuevas infecciones diarias se mantiene entre 500 y 600, el doble que a principios de junio, pero una décima parte del pico.

Esto le permitió al gobierno desplazar al menos parte de la atención sobre la crisis sanitaria y concentrarla en la económica. La producción industrial sufrió una caída del 25,3% anual en abril —la mayor desde 1991, cuando la Oficina Federal de Estadística comenzó el registro—, y el sector automotriz se derrumbó un 74,6 por ciento. Los números del segundo trimestre del año serán incluso peores. El Bundesbank (Banco Central) proyecta una caída del PIB del 6% en todo 2020.

El único indicador que no se deterioró tanto es el desempleo, que en mayo aumentó solo de 5,8% a 6,3%, en gran medida gracias al primer paquete. Por un acuerdo entre el gobierno, las cámaras empresariales y los sindicatos, la mayor parte de las compañías pudo mantenerse a flote sin despedir personal. Los trabajadores aceptaron cierta reducción salarial y gran parte del pago fue cubierto por el estado.

Lo interesante tanto de ese programa como del plan presentado para reactivar la economía a partir de julio, es que implican una ruptura con un dogma que caracteriza a la política económica alemana desde hace muchos años: la prudencia fiscal. Ni siquiera la crisis financiera global de 2008 fue motivo suficiente para que Merkel se decidiera expandir sostenidamente el gasto público. Para algunos economistas, que recuerdan cómo la emisión monetaria desbocada llevó a la hiperinflación y al colapso de la República de Weimar —y al posterior ascenso del nazismo—, esa cautela es virtud. Para otros, es una tara que impide que la economía sea más próspera para todos los alemanes.

El otro giro que se está evidenciando es el apoyo de Merkel a una mayor intervención del estado en la economía, que se vio con el millonario rescate de Lufthansa, la mayor aerolínea del país. Ambos movimientos despiertan inquietudes y expectativas, dependiendo de a quién se le pregunte.

Los 145.000 millones de dólares se destinarán a diferentes medidas. Una de las más importantes es la reducción del IVA, que desde el 1 de julio hasta el 31 de diciembre pasará de 19% a 16 por ciento. Solo eso representará para el fisco una caída de 22.000 millones de dólares en la recaudación. Otra iniciativa que apunta a estimular el consumo de las familias es, por única vez, un bono de 335 dólares por hijo, que se duplicará para padres solteros.

Son incentivos que históricamente dieron resultado para generar cierto repunte económico, al menos en el corto plazo. Pero algunos especialistas dudan sobre su eficacia en un contexto inédito, en el que muchas personas dejaron de consumir por temor antes que por haberse quedado sin dinero. La amenaza latente de una segunda ola de contagios a partir del otoño boreal podría llevar a que muchos prefieran ahorrar en vez de gastar.

“El nuevo plan de estímulos no tiene un blanco muy preciso y alrededor de un tercio se financia con fondos no utilizados en el primer paquete contra el coronavirus. Uno de los componentes más grandes es el apoyo financiero a los hogares y a las empresas para superar las consecuencias de la pandemia. Esto incluye varios recortes fiscales para las compañías, una reducción del IVA, un tope para las contribuciones a la seguridad social, una bonificación de 300 euros por hijo para los hogares y un aporte de liquidez para las pequeñas y medianas empresas. Gran parte de esto no está atado a ninguna condición relacionada con la gravedad de las consecuencias de la crisis”, contó a Infobae Juergen von Hagen, profesor del Instituto de Política Económica Internacional de la Universidad de Bonn.

Además, habrá un fuerte incentivo a la compra de autos eléctricos. Las automotrices y los sindicatos del sector querían que fuera para todos los vehículos, pero se limitó a los ecológicos por pedido de los socialdemócratas, que forman parte de la coalición de gobierno junto a la Democracia Cristiana (CDU) de Merkel, y que temían perder votos a manos de los Verdes.

El Gobierno reducirá también la tasa por la electricidad, que pagan los usuarios residenciales y empresariales para financiar el desarrollo de energías renovables. Compensará la rebaja con un mayor aporte estatal. Y el Estado federal robustecerá las finanzas municipales, asumiendo gastos sociales que actualmente dependen de los gobiernos locales.

Uno de los aspectos más curiosos del plan es que no se limita a buscar un rebote rápido de la economía, sino que mira también al desarrollo de largo plazo. Por eso, incluye un “paquete para el futuro”, que son unos 55.000 millones de dólares destinados a inversiones en áreas estratégicas como la economía de hidrógeno, las tecnologías cuánticas y la inteligencia artificial. Pero muchos creen que estos esfuerzos no son suficientes.

“Las medidas funcionarán exclusivamente si los consumidores e inversores creen en ellas y recuperan la confianza. Es difícil predecir si esto ocurrirá o no. No hay estudios de impacto profundos para ninguna. Es como si un médico prescribiera un medicamento para el que no hay investigaciones. Para la reducción del IVA hay estudios que calculan que ceder 10.000 millones de ingresos fiscales lleva a un efecto positivo de 2.000 o 3.000 millones en el PIB. Pero estos cálculos se refieren a una reducción permanente de los impuestos. Una de solo medio año debería, en el mejor de los casos, tener efectos anticipatorios. Que algunas personas compren un auto a fin de año en lugar de esperar hasta el próximo. El programa descuida los determinantes fundamentales del crecimiento económico alemán: la educación y la formación. No hay financiación para escuelas ni para universidades, ni para investigación”, sostuvo Wolfgang Maennig, profesor de política económica de la Universidad de Hamburgo, en diálogo con Infobae.

Más allá de los elogios y cuestionamientos a las medidas puntuales, los economistas heterodoxos celebran este cambio de rumbo de Alemania. Los más ortodoxos, en cambio, creen que este nivel de gasto solo es sostenible por un tiempo, y que si se quisiera mantenerlo por un período demasiado largo se pondrían en peligro los pilares de un sistema que funciona relativamente bien.