Bloqueos, rehenes y caos: el método con el que sicarios lograron rescatar al hijo del “Chapo”
20 octubre 19Hace cuatro días
El jueves 17 de octubre la ciudad de Culiacán, Sinaloa, rondaba los 32 grados y la soleada tarde de pronto se vio opacada cuando la sangre y el pánico inundaron sus calles.
Ese día, el gobierno mexicano intentó capturar a los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán en su tierra, en su casa y entre su gente, por lo que la respuesta fue brutal.
Durante más de tres horas, la capital de Sinaloa vivió lo que se conoce como “la batalla de Culiacán”, una de las páginas más violentas en la gestión de Andrés Manuel López Obrador.
A las 14:45 horas, 30 soldados y Policías Ministeriales localizaron a Ovidio Guzmán, alias “El Ratón”, uno de los primogénitos y herederos del imperio de Joaquín Guzmán Loera.
El batallón, agachado y con el fusil en la mano, rodeó la mansión de altos muros y varias construcciones a su alrededor. En su interior había cuatro personas, entre ellas Ovidio.
No habían pasado ni unos minutos cuando sonó la alarma en el Cártel de Sinaloa y decenas de camionetas con hombres fuertemente armados incluso con poderosas ametralladoras instaladas en la carrocería del vehículo, tomaron las calles de la ciudad.
Las balaceras se multiplicaron y comenzaron a arder vehículos en las principales avenidas, mientras la población transmitía las imágenes de los hombres ensangrentados en el asfalto, ráfagas, vehículos calcinados y escenas de pánico de madres protegiendo a sus hijos.
A las 18:00 horas, junto al edificio de la Fiscalía había ocho muertos, cuatro vehículos destrozados a balazos y tres camiones ardiendo. En medio del pánico, en la cárcel de Culiacán se produjo un motín y 51 reos escaparon de la prisión.
Sobre lo que sucedió con la detención de Ovidio Guzmán, el gobierno y el Ejército admitieron el fracaso de un operativo “precipitado y mal planeado” que no midió las consecuencias que iba a provocar, reconoció las Fuerzas Armadas poco dados a admitir derrotas tan humillantes.
La prensa difundió una foto, supuestamente tomada por las autoridades para confirmar la detención del “Chapito», sin esposar y el mentón levantado. Audios presuntamente interceptados al crimen organizado exhiben las voces de los sicarios exigiendo la liberación del “Patrón”, bajo la amenaza de que empezarían a ejecutar a los militares que tenían secuestrados.
Ovidio Guzmán López, de 29 años, es uno de los delincuentes más buscados por la Administración para el Control de Drogas (DEA por sus siglas en inglés) y enfrenta una acusación por tráfico de drogas en Estados Unidos.
Su frustrada detención, que no se logró por el repliegue de unos 35 efectivos militares, podría estar enviando un mensaje a los otros narcos fugitivos, que se aplica con una “tolerancia exprés” que les permitiría salirse con la suya si tienen suficientes sicarios que eviten su arresto formal.
El actual jefe del Cártel de Sinaloa, Ismael “El Mayo” Zambada no sólo vive a salto de mata en la Sierra Madre Occidental, sino que se ha declarado que está dispuesto a morir en una balacera que entregarse a las autoridades. Lleva 50 años en el narcotráfico y jamás ha puesto un pie en una prisión. Por él se ofrece una recompensa de USD 5,000,000.
Otros hueso duro de roer es Nemesio Oseguera Cervantes, alias “El Mencho”, quien es el dirigente de la organización criminal, el Cártel de Jalisco Nueva Generación, que opera con un nivel de violencia comparado al del Estado Islámico.
Mientras que los otros hijos de “El Chapo” como Jesús Alfredo e Iván Archivaldo Guzmán también han sido descritos como capos sanguinarios. Se presume que los herederos revelan que ellos estuvieron presentes durante la tortura y el interrogatorio, en 2010, de Israel Rincón Martínez, “El Guacho”, lugarteniente de los Beltrán Leyva.
Las autoridades de seguridad no han sido las únicas víctimas de los sicarios para evitar cualquier incidente con sus líderes. El 15 de agosto de 2016, el plagio de Alfredo Guzmán Salazar causó la alza de las muertes violentas en Sinaloa. En tan sólo dos semana la narcoguerra dejó 53 muertos.
El rapto del primogénito del “Chapo” ocurrió como consecuencia de la enclavada guerra entre los Beltrán Leyva y el entonces Cártel del Pacífico, que inició en 2008.
Alfredo Guzmán fue privado de su libertad por sicarios del Mencho que lo retuvieron una semana. Durante ese lapso se cometieron 29 homicidios dolosos, la mayoría en Mazatlán.
Sin embargo, la presentación del “Chapito” no disminuyó considerablemente la violencia, pues después de eso se cometieron 24 asesinatos.