Brasil, con Lula preso: qué puede pasar en las elecciones dentro de 6 meses

15 abril 18

Brasileños tendrán que elegir el 7 de octubre entre un menú de líderes desprestigiados e impopulares

Brasil, con Lula preso: qué puede pasar en las elecciones dentro de 6 meses

 

Por: Infobae

A 175 días de las elecciones presidenciales, Brasil se hunde en la peor crisis política de su breve historia democrática. Al exponer la red de corrupción que mantenía en funcionamiento al sistema político, atravesando a todos los partidos, la Operación Lava Jato provocó un terremoto que continúa generando réplicas.

La última fue la más devastadora. El arresto de Luiz Inácio Lula da Silva, ordenado por el juez Sérgio Moro hace diez días, y ejecutado 48 horas más tarde tras una resistencia épica escenificada, sacó del juego al único actor que conservaba cierta legitimidad.

Es verdad que había perdido mucho apoyo por las investigaciones en su contra, y por el desastre en el que terminó el gobierno de su heredera, Dilma Rousseff. Pero el aura de su inigualable historia de vida y el recuerdo de su gobierno le permiten conservar el respaldo del tercio más pobre de la población, algo con lo que no cuenta ningún otro político brasileño.

Difícilmente pueda salir de la cárcel en los próximos meses. Pero, aún en ese caso, sus posibilidades de ser aceptado como candidato por el Tribunal Superior Electoral (TSE) son prácticamente nulas. La ley de «ficha limpia» establece que no puede postularse ninguna persona que tenga una condena confirmada en segunda instancia, y eso es lo que le pasó a Lula el 24 de enero. De todos modos, el suspenso se mantendrá al menos hasta agosto, cuando se oficialicen las candidaturas.

Con el ex mandatario compitiendo, la crisis política seguiría siendo grave, pero al menos habría algunas certezas. Lula sería probablemente el más votado en primera vuelta y el ballotage lo enfrentaría con alguien que aspire a liderar una posible coalición antipetista. El escenario estaría ordenado y pocos dudarían de la legitimidad de un presidente surgido en esas condiciones.

Con Lula fuera de competencia, todo es incertidumbre. No se sabe qué hará el PT ni si podría transferir sus votos a otro aspirante. Al mismo tiempo, cuesta encontrar en el resto de los partidos a alguien que pueda obtener el apoyo de más de un 20% del electorado. Y el que está más cerca causa pavor. Es Jair Bolsonero, un candidato antisistema que reivindica la dictadura militar y que denuesta a las mujeres sin ruborizarse.

Una campaña desolada
«​Todavía es muy temprano para saber cómo queda la competencia electoral. Hasta el momento, no hay un candidato de los partidos de izquierda que sustituya a Lula con tanta capacidad de liderazgo. Los aspirantes de los partidos de centroderecha tampoco tienen un porcentaje alto de apoyo. Pero los escenarios dependen de a quién vaya a apoyar el PT, y las visiones cambian bastante cuando se inicia la propaganda en la televisión. Por el momento, el voto parece muy fragmentado», explicó​ Janina Onuki, directora del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad de Sao Paulo, consultada por Infobae.

Las encuestas aún no han podido registrar el cimbronazo causado por las últimas novedades judiciales, así que no está claro cuál es la reacción de la opinión pública brasilaña. Pero, hasta hace unas semanas, todos los sondeos coincidían en que, sacando a Lula, el candidato con mayor intención de voto es Bolsonaro, que suma entre 15 y 18 por ciento.

En segundo lugar aparece la ex ministra de Medio Ambiente del primer gobierno del PT, Marina Silva, con entre 10 y 13 por ciento. Ya compitió en las últimas dos elecciones y en ambas terminó tercera, lejos del ballotage.

Uno de los que podría quedarse con parte de los votos de Lula es Ciro Gomes, del Partido Democrático Laborista (PDT por su nombre en portugués), que reuniría cerca del 10% de las voluntades. Gomes, que pasó por el gabinete del ex presidente, aunque después se volvió opositor, es por el momento el contendiente más atractivo de la centroizquierda.

A pesar de no haber formado parte de los últimos gobiernos, el que más sufrió los coletazos del Lava Jato en las encuestas es el PSDB, el partido de Fernando Henrique Cardoso, más cercano a las clases medias urbanas y al establishment económico. En las elecciones de 2014, Aécio Neves —que está en la mira de la Justicia— había salido segundo, con 33% en la primera vuelta y 48% en el ballotage. El gobernador de Sao Paulo, Geraldo Alckmin, elegido por el partido para 2018, apenas araña entre un 6 y un 8 por ciento.

En las últimas semanas creció la expectativa con un outsider, Joaquim Barbosa, ex presidente del Supremo Tribunal Federal. Tras una larga carrera en el Ministerio Público, y 11 años como juez del máximo tribunal, renunció en 2014. Desde ese momento se empezó a especular con la posibilidad de que diera el salto a la política, que recién concretó esta semana con su afiliación al Partido Socialista Brasileño. Es una figura de prestigio, que podría sumar adeptos por izquierda y por derecha, pero que por ahora está muy lejos del electorado: hasta hace unos meses no llegaba al 5% en los sondeos.

El politólogo Bolivar Lamounier, socio y director de Augurium Consultoria, tiene dos hipótesis de lo que puede suceder con la carrera electoral. La primera es que se polarice y termine dándose un enfrentamiento entre un bloque de izquierda y otro de derecha. La segunda, que haya una convergencia hacia el centro.

«La polarización se produciría si Bolsonaro logra consolidar las preferencias que tiene ahora, y si Lula, aunque esté en prisión, consigue transferir una masa importante de votos hacia un candidato petista, que probablemente sea el ex alcalde de Sao Paulo, Fernando Haddad. Pero veo una probabilidad mayor para el escenario centrista, con varios partidos sumando fuerzas a la candidatura de Alckmin. Eso dependerá de cuán intensa sea la recuperación económica. Si es demasiado tenue, el centro permencerá débil», dijo Lamounier en diálogo con Infobae.

El resultado de este proceso estará muy condicionado por las decisiones que tomen Lula y el PT en los próximos meses. Hasta acá, la posición oficial es decir que el líder es su único candidato. Pero bajo la superficie se tejen todo tipo de elucubraciones.

El PT y el desafío de mantenerse vigente con Lula preso
«Lula no nominó a ningún candidato inmediatamente después de su arresto para evitar que sea políticamente deshidratado por una campaña mediática antipetista a más de tres meses de la disputa. Esta estrategia sirve también para mantener al campo progresista unido, aunque con muchas candidaturas al mismo tiempo, lo que pulveriza los votos del espacio y deja a Lula como catalizador. El temor es que, si se forma un bloque en torno a una persona, se vuelva blanco de ataques», dijo a Infobae el politólogo Ueber José de Oliveira, profesor del Departamento de Historia de la Universidad Federal do Espírito Santo.

Desde este punto de vista, el PT ya no estaría dispuesto a actuar separado del resto de los partidos de izquierda, como lo hizo en los últimos 15 años, sino formando un frente común, que estaría integrado por el Partido Comunista (PCdoB), el Partido Socialismo y Libertad (Psol) y, con menor probabilidad, el PDT de Gomes.

«Un elemento a considerar es que en el campo de la izquierda el PT es el partido hegemónico —continuó Oliveira—. Entonces, elegir a un postulante de esta fuerza podría generar recelo entre los otros partidos. Por eso Lula elogió en la manifestación del sábado 7 a la candidata del PCdoB, Manuela Dávila, y al del Psol, Guilherme Boulos. Uno de los posibles postulantes del PT, el ex gobernador de Bahía, Jacques Wagner, ni siquiera fue al evento.

Tampoco el nombre que puede representar una conciliación hacia afuera del PT, más hacia el centro, que es Gomes. Creo que el PT lo evalúa como una carta final, en caso de que haya un riesgo de que gane la extrema derecha».

Lo cierto es que, más allá de que puede que se tome su tiempo, la mayoría de los analistas coincide en que el PT terminará eligiendo a un contendiente de su riñón. Las posibilidades de que apoye a alguna figura de un partido menor, o a alguien independiente como Gomes, son mínimas.

«Lo más probable es que el PT lance una candidatura propia. Es el partido con la mayor bancada en el Congreso y tiene el mayor porcentaje de identificación partidaria del país, 19 por ciento. En el ámbito de la izquierda, es la organización con más gobernadores, alcaldes y militancia sindical, y la que tiene más tiempo de publicidad en televisión», sostuvo Rodrigo Dolandeli, doctor en ciencia política por la Universidad Estadual de Campinas, consultado por Infobae.

Uno de los mayores desafíos que enfrentará el PT en caso de que siga ese camino es ver cuánto del capital político de Lula se puede trasladar a otro dirigente. Hay encuestas que indican que un apoyo intenso del ex presidente podría garantizarle un 30% de adhesiones, pero eso está por verse. Por otro lado, tanto Wagner como Haddad, los dos referentes más fuertes después de Lula, están siendo investigados por la Justicia.

A todas estas complicaciones hay que sumar otras, que tampoco son menores. «El ‘candidato de Lula’ —dijo Dolandeli— tendría poco tiempo para hacerse conocido entre los votantes y debería lidiar con el rechazo que genera el propio Lula, que está en torno al 40 por ciento. Es menos que los otros políticos, pero es bastante en un escenario tan fragmentado».

El riesgo de un presidente demasiado débil
«El vencedor difícilmente conseguirá construir un gobierno fuerte desde el punto de vista de la legitimidad. Hay una comprensión generalizada de que habrá vencido sólo porque Lula no pudo participar», afirmó Oliveira.

El principal temor de todos los políticos brasileños con aspiraciones presidenciales es que los persiga la Justicia, porque casi todos saben que no pueden dormir tranquilos. Lo segundo que más miedo les genera es que los persiga el fantasma de Lula en caso de que triunfen. Ambas pueden ser peligrosas fuentes de inestabilidad para el futuro gobierno. Pero no son las únicas.

«Los riesgos son muy elevados porque existen muchos factores —dijo Dolandeli—. Hay una crisis institucional entre los poderes políticos que vacía al Ejecutivo. Desde las elecciones de 2014, ese poder se tornó inestable. Primero, con un gobierno de frágil base parlamentaria, como el de Dilma, que luego fue derrumbado en 2016. Segundo, con la formación de un gobierno como el de Michel Temer, de frágil legitimidad popular. Si la carrera presidencial fuera muy cerrada y los actores políticos cuestionaran los resultados, también sería probable que el próximo gobierno sea inestable».

A todos estos elementos, que son consecuencia de la coyuntura crítica que atraviesa Brasil, se incorpora un fenómeno estructural: la debilidad crónica de los partidos políticos. Las reglas del juego hacen que el Congreso sea un conglomerado absurdamente fragmentado, en el que ninguna fuerza tiene más de una pequeña parte de las bancas.

Además, hay que considerar los efectos de un sistema electoral de listas abiertas, en el que los votos van a los diputados a título personal, y no a los partidos, que se convierten así en entidades con una escasísima capacidad de aglutinar voluntades. Eso explica, en parte, que la corrupción esté tan generalizada, ya que es la única forma de coordinar esa pluralidad de intereses tan dispersos. Gobernar en estas condiciones puede ser una odisea.

«La gobernabilidad será difícil en todas las hipótesis. Pero mucho más en caso de que ganen Bolsonaro o Haddad. Cualquiera de los dos estará demasiado aislado, con un partido que no tendrá ni el 20% de la Cámara de Diputados. Con Alckmin podría ser un poco mejor, porque el PSDB es un partido de medio a grande, que no cultiva una política agresiva ni aislacionista y que, por mucho, es el que tiene más cuadros técnicos. En ese caso, la formación de alianzas parece una opción más realista», concluyó Lamounier.

Etiquetas de esta nota