Siete claves para entender la elección en la que Donald Trump se juega el control del Parlamento

06 noviembre 18

Elecciones son este martes

Siete claves para entender la elección en la que Donald Trump se juega el control del Parlamento

Por Infobae

«Estamos muy bien», dijo Donald Trump el viernes ante los seguidores que se habían reunido para verlo en un hangar ubicado en Huntington, West Virginia. «Estamos muy bien… en el Senado», aclaró luego el presidente.

Consciente de su debilidad en la disputa por la Cámara de Representantes, Trump se refirió a la eventualidad de perder la mayoría. «Podría suceder», dijo. Pero después agregó: «No se preocupen, lo resolveré de alguna manera».

Este martes, como es tradición, se realizarán en Estados Unidos las elecciones de medio término. Entre otras cosas, se define cómo será la nueva composición del Congreso, un elemento fundamental para el futuro del comandante en jefe.

A continuación, siete claves para entender lo que se juega en estos comicios:

1. Qué se vota

 

El 6 de noviembre se realizarán muchas elecciones simultáneas en Estados Unidos. Las más importantes son las parlamentarias, porque definirán quién controlará el Parlamento con el que convivirá Trump en la segunda mitad de su mandato.

En todo el país se elegirá a los miembros de la Cámara de Representantes, que se renueva por completo. Pero sólo en 33 de los 50 estados votarán senadores, ya que el recambio se da por tercios. El Partido Republicano tiene mayoría en ambos cuerpos desde hace cuatro años, así que tiene el desafío de mantenerla por otros dos.

Esos son los únicos comicios para cargos nacionales. El resto corresponde a la política subnacional. En ese orden, sobresale la elección de gobernadores en 36 estados. Los republicanos controlan 33, contra 16 del Partido Demócrata. El restante, Alaska, es independiente.

En casi todo el territorio se renovarán los parlamentos estaduales. Con la única excepción de Nebraska, que sólo tiene Senado, en el resto de los estados el Poder Legislativo es bicameral. Hay un total 99 cuerpos legislativos, de los cuales irán a las urnas 87. También en este rubro hay una abrumadora mayoría roja: el partido de Trump controla 67 de las 99 cámaras.

Hacia abajo, casi todos los estados elegirán muchos otros cargos. Fiscal general, secretario de Estado, tesorero, auditor, la Junta estatal de Educación y el comisionado de Servicios Públicos, son algunos ejemplos. Adicionalmente, en muchos se celebrarán consultas populares sobre las más diversas iniciativas, desde regulaciones sobre los casinos hasta la legalización de la marihuana.

2. Claves del Senado

 

Es la cámara alta del Parlamento. Como tal, además de ser necesaria su aprobación para la sanción de cualquier ley, tiene la potestad de vetar importantes nombramientos presidenciales, como los miembros del gabinete y de la Corte Suprema de Justicia.

Tiene 100 miembros, dos por cada estado. Se eligen por separado, ya que comienzan y terminan sus respectivos mandatos en años diferentes. Sin embargo, este año habrá dos excepciones. Minnesota y Mississippi votarán a sus dos senadores, porque los legisladores que tenían parte del mandato pendiente presentaron la renuncia. De todos modos, van en boletas separadas, como si fueran dos elecciones diferentes.

Actualmente, los republicanos tienen 51 bancas y los demócratas 49. Al oficialismo le alcanza con 50 para tener mayoría, porque en caso de paridad desempata el vicepresidente, en este caso, Mike Pence.

Las perspectivas son poco alentadoras para la oposición: de los 35 escaños que se ponen en juego, 26 están en su poder. Eso significa que para conseguir la mayoría tendría que retener esas 26 y ganar al menos dos de las otras nueve. Sólo así llegarían a 51.

La política es bastante predecible en Estados Unidos. La gran mayoría de los distritos vota siempre de la misma manera, y sólo una pequeña porción oscila de elección a elección. Los antecedentes históricos y las encuestas revelan que sólo seis de las 35 bancas tienen final abierto por la gran paridad que hay entre los dos partidos en esos estados, según el análisis de RealClearPolitics (RCP).

La proyección no podría ser peor para los demócratas: cuatro de las seis están en su poder. Son Florida, Indiana, Montana y Missouri.

Los dos republicanos en los que tendría alguna posibilidad son Nevada y Arizona. Como se ve, sus chances de arrebatarle a su rival el control del Senado son mínimas: debería tener 100% de efectividad en los seis comicios competitivos.

3. Claves de la Cámara de Representantes

Es la cámara baja. A diferencia de la alta, que representa directamente a los estados, sin importar su población, se espera que actúe en nombre del pueblo. Por eso, cada territorio elige la cantidad de representantes que le corresponde de acuerdo al número de habitantes que tiene.

Son 435 integrantes. El estado que más elige es California, con 53. Le siguen Texas, con 36, y Florida y Nueva York, con 27. En el otro extremo, Alaska, Delaware, Montana, Dakota del Norte y del Sur, Vermont y Wyoming, tienen uno solo.

Al igual que en el Senado, la elección no es por lista, sino que es individual (uninominal).Para cada banca se forma un distrito electoral, y cada estado se subdivide en tantos distritos como los escaños que le corresponden. Por tanto, en todo el país hay 435 circunscripciones.

El Partido Republicano tiene 241 congresistas y el Demócrata 194. Pero las perspectivas para los azules son bastante más favorables que en la cámara alta. Para empezar, porque 37 de sus adversarios no buscarán la reelección, contra sólo 18 de los suyos. Si se tiene en cuenta que la tasa de reelección de los representantes ronda el 90%, eso amplía sus posibilidades de robar escaños.

De las 435 disputas, apenas 34 son consideradas competitivas, de acuerdo a las estimaciones de RCP. Entre los que tendrían un ganador seguro, o muy probable, 203 son azules y 198 rojos. Considerando que la mayoría se consigue con 218, los demócratas tendrían que ganar 15 de las 34 batallas. Como 30 de esos lugares son republicanos en la actualidad, el reto es conservar los cuatro que ya tiene en su poder y sacarle 11 a sus rivales.

De los 34 distritos clave controlados por los republicanos, se destacan cinco en California, tres en Florida, y dos en Nueva York, Texas, Nueva Jersey, Michigan, Pensilvania y Virginia. Dos de los demócratas están en Minnesota, y los otros dos en Nevada.

 

4. Claves de las gobernaciones

 

En un país federal, la cooperación de los gobiernos estaduales es muy importante para que el Presidente pueda implementar cabalmente su programa.

Los gobernadores tienen un alto grado de autonomía, que les permite aplicar políticas en un sentido contrario al que se pretende desde Washington. Lo sufrió Barack Obama con su reforma de salud, el Obamacare, que avanzó mucho más en estados demócratas que en republicanos.

Trump cuenta ahora con 33 gobernadores copartidarios. En contra tiene a 16, y en el medio está Bill Walker, de Alaska, que es independiente. La renovación favorece a los demócratas, ya que van a las urnas en nueve de los 16 estados que controlan (56%), pero los republicanos ponen en juego a 26 de sus 33 (78%).

Aunque es poco probable que eso sea suficiente para revertir el dominio republicano al nivel de las gobernaciones, hay razones para creer que se acortará la distancia. Si se suman los 14 distritos en los que no se elige al titular del Ejecutivo este año, con aquellos en los que el triunfo del oficialismo se da por descontado, los republicanos tienen 21 estados «seguros» y los demócratas 18.

Los 11 restantes son los que hay que mirar, porque la competencia está equilibrada. Ocho son rojos: Florida —donde el demócrata Andrew Gillum tiene buenas chances de vencer a Ron DeSantis, heredero de Rick Scott—, Georgia, Iowa, Kansas, Nevada, Ohio, Dakota del Sur y Wisconsin. Dos son azules: Connecticut y Oregon. El undécimo es Alaska, que dejará de ser neutral porque los principales candidatos pertenecen a los dos partidos históricos.

 

5. Qué dicen las encuestas

La política legislativa tiene una lógica bastante local en Estados Unidos. En la cámara baja, los candidatos representan a distritos pequeños y la campaña suele estar anclada en lo que sucede en ese nivel antes que en el plano nacional. Algo similar ocurre en el

Senado, porque cada estado tiene su idiosincrasia y sus prioridades.

No obstante, la gran política siempre ocupa un lugar relevante, sobre todo, en momentos de mucha polarización, donde la figura de Trump ocupa toda la escena, para bien o para mal. Por eso, un presidente popular tiene mayor capacidad de impulsar a los candidatos de su partido para que hagan una mejor elección.

Si bien Trump llega al 6 de noviembre en su mejor momento en términos de imagen, el saldo es negativo. Según el promedio de consultoras de RCP, el 52,7% de los estadounidenses rechaza su gobierno y el 44,1% lo apoya. La distancia, que ahora es de 8,6 puntos porcentuales, llegó a ser de 21 puntos a fin del año pasado, cuando el 58% lo reprobaba y sólo un 37% lo quería.

No todos los mandatarios que llegaron con saldo positivo a una elección de medio término acabaron imponiéndose. Los antecedentes están repartidos. Pero sólo Harry S. Truman en 1950 ganó la Cámara de Representantes teniendo más gente en contra que a favor. Todos los demás perdieron.

Tampoco favorecen a Trump los sondeos que miden la intención de voto de las principales fuerzas políticas para la cámara baja. La media de RCP muestra al Partido Demócrata con 49,4%, frente a 41,9% del Partido Republicano.

La plataforma FiveThirtyEight realiza pronósticos electorales considerando una multiplicidad de factores. Los más importantes son la encuestas nacionales y locales, la cantidad de fondos de campaña recaudados, el resultado de años anteriores y las tendencias históricas.

Su proyección es que los demócratas tienen un 85,4% de probabilidades de quedarse con la mayoría de la Cámara de Representantes. Sin embargo, por las particularidades que tiene la elección, la relación se invierte en el Senado, donde los republicanos tienen un 84,1% de probabilidades de conservar el control.

 

6. El dato histórico que preocupa a Trump

 

El antecedente de cómo les va a los presidentes impopulares en las elecciones de medio término no es el más agorero para el mandatario. Mucho más negativa es la proyección que se deriva de comparar la diferencia entre lo que obtiene el oficialismo en el Congreso cuando las legislativas coinciden con las presidenciales, y lo que saca en los comicios siguientes, cuando no se elige presidente.

En los últimos 70 años se realizaron 18 comicios de mitad de mandato. Solo en uno de ellos el partido del presidente aumentó su caudal de votos en la cámara baja, en relación a lo que había obtenido dos años antes. En 2000, cuando George W. Bush fue electo presidente, el Partido Republicano superó al Demócrata por sólo 0,5 puntos porcentuales. En las legislativas de 2002, la diferencia se amplió a 4,3 puntos en un clima de conmoción interna tras el 11-S y en medio de la «guerra contra el terror».

Es el único caso. En las otras 17 elecciones, el oficialismo sufrió un retroceso en la Cámara de Representantes. En algunos casos, pudo ganar a pesar de la pérdida de votos. Pero en muchos otros terminó perdiendo. En promedio, la retracción fue de 7,3 puntos.

Lo problemático para Trump y para los republicanos es que en 2016 se impusieron por sólo 1,1 puntos. Incluso con una sangría que se ubique por debajo de la media, perdería la mayoría legislativa.

 

7. Posibles consecuencias de la elección

Hay tres escenarios posibles el día después de los comicios. En el primero, a pesar de los pronósticos en contra, el Partido Republicano consigue mantener la mayoría en las dos cámaras del Congreso.

La dinámica de la política estadounidense daría un vuelco y Trump se vería fortalecido como nunca desde su asunción. La posibilidad de que lo lastimen las denuncias e investigaciones que acechan a su círculo íntimo pasarían a ser mínimas.

Además, tendría el aval para redoblar los esfuerzos en algunas de sus políticas más cuestionadas en materia comercial, migratoria y diplomática. Su camino hacia la reelección estaría allanado.

En el segundo escenario ocurre lo contrario. Sobreponiéndose a una perspectiva muy adversa en el Senado, el Partido Demócrata se queda con todo y deja a Trump en minoría. El resultado es un gobierno dividido, con un partido manejando el Ejecutivo y otro el Parlamento.

Sería una terremoto. Ya no podría impulsar nuevas leyes por su cuenta, ni cubrir vacantes en los tribunales federales ni en otros puestos clave. Trump debería completar el mandato extremadamente debilitado. El impeachment, un fantasma que viene sobrevolando su gestión por el escándalo de la injerencia rusa en las elecciones de 2016 y la presunta complicidad de su equipo de campaña, se volvería una amenaza tangible.

Pero el escenario más probable está en el medio. Los republicanos conservan la mayoría en el Senado, pero la pierden entre los representantes.

Sancionar nuevas normas sería muy dificultoso para Trump. En un contexto de polarización creciente, cuesta imaginar que los demócratas vayan a mostrarse colaborativos. Es más, tampoco sería extraño que creen comisiones de investigación que acosen a sus funcionarios de confianza y expongan los aspectos más oscuros de su administración.

No obstante, seguramente no podría avanzar un juicio político en su contra. Por otro lado, le quedaría el Senado, que es el único con competencia para los nombramientos en el Ejecutivo y en la Justicia. Sería una suerte de empate, que dejaría totalmente abierto el futuro político del país.